domingo, 19 de diciembre de 2010

Cantabria y Asturias, ¡por fin!

Gracias a la generosidad de Mario y Leila, por fin he podido visitar Asturias.

Por poco me quedo en tierra por culpa de la huelga de controladores aereos, pero por suerte salí justo antes. Mario había subido con su coche desde Linares y recogió a Leila a las cuatro cuando terminó de trabajar. Luego pasaron a recogerme en el aeropuerto de Madrid y ¡pusimos rumbo para Santander!



Pronto estabamos rodeados de nieve y hacía cada vez más frío. El paisaje era muy bonito con los árboles cubiertos de nieve como si fuesen árboles de navidad. Entre los muchos gadgets chulos que tenía el coche había un termómetro y mirábamos asustados como iba bajando a 0º, -2º, -3º, -4º ... Llegamos a estar a -7º. Pero la calefacción funcionaba de maravilla y no fue hasta hacer una parada para tomar un cafetito que descubrimos el frío que hacía de verdad, aunque si tocábamos los cristales del coche nos quedaban las manos heladas.



No tardó en hacerse de noche y ya no veíamos nada más excepto la carretera rodeada de nieve. Eran las 22.30 cuando llegamos a Santander por fin. Fuimos directamente a la pensión y como estaba lloviendo (al estar al lado del mar hacía menos frío) y estábamos cansados, nos fuimos a dormir casi en seguida. No cenamos porque veníamos todo el camino comiendo cosas en el coche. ¿Sandwich de cangrejo con mayonesa, Mario? (El pobre cocho, cómo lo dejamos de migas.)



Por la mañana fuimos a desayunar y luego visitamos la ciudad, que nos gustó mucho. Han conservado su arquitectura tradicional y han evitado construir grandes bloques de edificios sin personalidad. La sensación es de espacio, una ciudad 'people-friendly.'



Hacía un día despejado y soleado, pero detrás de la ciudad están los Picos de Europa, que estaban cubiertos de nieve, y hacía un frío tremendo.



Engañada por el sol, yo no me había traido el gorro, pero Leila me dejó el suyo.



¡Va de maravilla, este gorro!

Recorrimos el Paseo Marítimo. La marea estaba alta y la verdad es que la ciudad es muy bonita. La fachada marítima no tiene una 'barrera' de edificios altos y queda mucho más atractiva así que lo que vimos luego en Gijón, por ejemplo, o el bunker que están construyendo en Palma.


También nos gustó mucho el casco histórico con todos sus ventanales.



Luego fuimos a la península de la Magdalena, donde vimos el parque y el palacio. Mientras estábamos en la playa salió un ferry. Parecía demasiado grande para el lugar.





Dejé mi huella en la arena. Resultaron buenísimas, esas botas.



Toda esa costa me recordaba constantemente a Cornwall.



Vimos focas allí también, y leones marinos y pingüinos.



Seguimos caminando hasta llegar al final de la playa del Sardinero. Había bastante gente paseando a sus perros (¡ay, el galgo, qué bonito!) y hasta una chica bañándose. Bueno, se metió y salió rapidamente. Yo había probado el agua con la mano y estaba ¡helada! Como si llevase cubitos.

Luego volvimos al coche y emprendimos el camino hacia Cangas de Onís, donde teníamos que pasar la noche. En un pueblo por donde pasamos, Mario Ojo-de-Lince vio un restaurante que pensamos que sería un típico restaurante de pueblo pero resultó tener bastante más categoría. Comimos muy bien; cabrito, pote asturiano ... todo muy bueno.
El exterior del restaurante.
El interior.

Después seguimos hacia Cangas. Pasamos por Santillana de Mar, Comillas y por San Vicente de la Barquera, que resultó ser un pueblo con mucha vida, sorprendentemente atractivo. Luego cogimos una carretera que corría entre las montañas siguiendo el curso del río Cares, al fondo de un cañón. El paisaje era espectacular, entre el río, las montañas cubiertas de nieve arriba y más abajo las laderas con árboles con sus hojas de colores, las cascadas, los pueblecitos que a veces eran formados literalmente por cuatro casas, y el sonido del agua que nos acompañaba constantemente. Vimos muchas ovejas, bien gordas y con su gruesa lana de invierno, muchas vacas, también gordas y con el pelo bien largo y espeso. Vimos muchísimas aves rapaces. Lo único que nos decepcionó fue no ver ni rebecos ni ciervos.
Doña Rosa's 5-star palace

Bastante mayor decepción fue la habitación que me tocó en Cangas. Cabía justo la cama, y nada más. No tenía ni silla, ni mesa, ni armario, ¡ni siquiera ventana! No había donde poner las maletas, ni la ropa al desvestirse, nada. El mini-radiador al lado de la cama estaba apagada (el agua caliente también, aunque por la mañana sí había) y la cama tenía una manta y algo que parecía una cortina, aparte de la colcha. (Dormí vestida, así solucioné también la cuestión de donde poner la ropa.) Al ser tan pequeña la habitación, abrí la claraboya que había en el cuarto de baño para no asfixiarme durante la noche, a pesar de que estaba lloviendo. Menos mal que tenía cuarto de baño. (La ducha medía 30 x 30 cm; rozabas la cortina mientras te lavabas. ¡Qué fresquito!)
Pero no importa; yo tenía mi kettle, no me faltaba el té cada mañana (dificil encontrar un enchufe en mi mini-habitación, y tuve que hacer malabarismos sobre el mini-lavabo en el baño.)
La verdad es que me parece un poco tonto ofrecer una habitación así a menos que la pensión esté tan lleno que no queda otra. Está claro que ni volveré ni recomendaré este sitio. Pero bien, fue una aventura.
Por la mañana, después de desayunar un croissant gigante (¡pero no en el bar de la pensión!), nuestra intención era subir al parque nacional de los Picos de Europa y los lagos de Covadonga, pero la carretera estaba cortada por la nieve. Esto fue una gran decepción, dado que esta visita iba a ser uno de los puntos fuertes del viaje y a todos nos hacía mucha ilusión. Lo poco que había para ver en Cangas, o sea el puente romano, que es lo único, ya lo habíamos visto la noche anterior porque llegamos bastante pronto, ya que queríamos hacer con la luz de día la ruta entre las montañas. Por lo menos encontramos un sitio muy agradable para cenar - tosta de cabrales con membrillo, platazo de cecina, sidra, vino, todo muy bueno.
Pues decidimos subir por lo menos hasta la Basílica de Covadonga, que hasta allí sí llegaba el autobus (no permitían subir en coche.) La verdad es que yo no tenía mucho interés - una iglesia más o menos me daba igual - pero menos mal que fuimos, porque es espectacular, preciosísimo.
No estábamos seguros de llegar, ya que se decía que el autobus salía cuando estaba lleno y eramos los únicos esperándolo. Pero sí, y es un sitio maravilloso.

Mis fotos no le hacen justicia, pero seguro que Mario tiene mejores.
Siendo domingo, había bastante gente, pero no tanta como para ser agobiante. El tiempo era muy extraña, porque aunque hacía un viento realmente fuerte, venía del sur y era notablemente caliente. Yo sospechaba que si seguía, la nieve iba a derretirse bastante.


Hay una pequeña capilla construida en un hueco del acantilado que se convierte en una cueva. Como era domingo estaban diciendo misa así que no entramos más allá de la puerta. La cascada que brota de entre las rocas justo debajo de la capilla es increible, y el ruido que hace también.



No podíamos hacer lo que habíamos planeado para ese día, que era visitar los lagos y el parque, así que después de visitar la Basílica bajamos otra vez con el bus y cogimos el coche para ir a Ribadesella.

Ribadesella me gustó muchísimo. Es un pueblo precioso con un puerto muy protegido por su situación en la última curva del río. Al ser mediodía del domingo había mucha gente por la calle y mucha animación.
Esta pastelería vendía toda clase de cosas hechas de chocolate.


También me gustó esta casa.


Pleamar en el puerto.



Como era mediodía, decidimos comer antes de explorar. Una buena fabada, pescado fresco ... lo que engordamos en este viaje. Pero, ¡qué bien comimos! Valió la pena.


Luego salimos a visitar el pueblo y el puerto. Me gustaron mucho estos DIY lobster pots. Bueno, las trampas langosteras suelen ser hechas a mano, pero yo siempre las había visto hechas de mimbre.



Yess! Jack Aubrey would have approved, I'm sure. Es que mirando estos, te preguntas cómo podían cargar, colocar, disparar, entrar, limpiar, cargar, colocar y volver a disparar en cuestión de minutos.



Subimos hasta lo alto del saliente que protege el puerto. Desde allí había unas vistas maravillosas del puerto y el pueblo. Lo que nos extrañó bastante fue una gran cantidad de troncos de árboles que había en toda la orilla de la entrada al puerto. Luego nos explicaron que hacía un mes hubo una gran tormenta y riada que arrastró troncos de las orillas del río y como coincidió con una marea viva pues quedaron depositados en lo más alto de la arena y todavía no los habían recogido.

Cornwall again.
Después de hacer todo el recorrido por el lado del puerto, volvimos al coche para ir a El Corberu en Ardines, donde teníamos que pasar la noche. ¡Vaya contraste con el establecimiento de Doña Rosa en Cangas! La noche y el día. Qué hotel más bonito, más cómodo, más BUENO!! La verdad es que ha sido una maravilla. El lugar, tranquilo, en medio del campo. Las habitaciones, comodísimas (las únicas que hemos tenido con moqueta), grandes, calefacción que funcionaba, vistas preciosas, los detallitos que tanto me gustan; jaboncitos y todo lo demás en el baño, agua y chocolatinas en la habitación, los dueños amables ... Perfecto.
Después de un descansito en la habitación, fuimos a ... dar una vuelta!! (Todavía no habíamos caminado bastante.) Al ir subiendo la colina detrás del hotel se nos fue abriendo la vista hacia Ribadesella y el puerto, donde iban apareciendo las luces al caer la noche. Fue mágico.
Nuestra idea había sido ir a cenar a un sitio que el propietario del hotel nos había recomendado, pero el camino fue bastante largo (más de una hora) y al final paramos a beber algo en un bar pero no comimos nada y volvimos al hotel. Yo aproveché el lujo y me di un baño (ellos también). No sé cuanto hacía que no me daba un baño de verdad, un baño así. Agua calentita, un toalla detrás de la cabeza, y mi libro. Estuve una hora.
Al día siguiente desayunamos allí (la primera vez que no tuvimos que salir a buscarnos la vida). Un desayuno buenísimo, todo hecho allí mismo por ellos con productos de su huerto. Luego averiguamos que se había abierto la carretera a los lagos, así que volvimos a Cangas de mis amores y subimos a los lagos.



Y valió la pena. Por supuesto que allí arriba hacía bastante frio, de hecho cada vez mas porque están a muchos metros de altura (a ratos veíamos las nubes mas abajo que nosotros), rodeados de montañas nevadas y se levantaba viento, pero los lagos son una maravilla. Como en todo este viaje, tuvimos mucha suerte con el tiempo, porque a pesar del frío y que sólo había sol a ratos, no llovió ni nevó mientras estábamos arriba. Pero el viento era cada vez más fuerte y se levantaban olas en los lagos.




Lo dicho, hacía viento.

La gente sensata venía preparada.
La verdad es que, como digo, tuvimos suerte. No encontramos demasiada gente subiendo y pudimos aparcar sin mucha dificultad, pero bajando vimos que la gente ya estaba aparcando donde podían, al lado de la carretera, a medio camino, y que había una fila interminable de coches intentando subir lentamente. Y cuando llegamos abajo, al principio de la carretera, estaba la policia allí y habían cortado la carretera otra vez y no dejaban a nadie más subir. Nosotros habíamos llegado en el momento justo.
Pues ya habíamos podido 'repescar' la visita a los lagos, por lo menos, aunque no la del parque nacional, pero como aún así nos sobraba tiempo (tal vez por el frío pasamos menos tiempo allí arriba que lo que habíamos pensado originalmente), decidimos que en vez de ir directamente a Oviedo, nuestro próximo destino, podríamos primero ver Gijón, que al planear el viaje habíamos descartado pensando que no tendríamos tiempo suficient. Cogimos una ruta por carreteras secundarias que nos llevó por paisajes preciosos hasta llegar a un mirador que nos habían recomendado porque tiene vistas hacia las montañas por un lado y hacia el mar por el otro.









What an amazing place. Lots of photos.

Then on to Gijón. The seafront there is just the opposite of what I so much liked in Santander. In Gijón it's a barricade of tall soul-less buildings stacked one beside another as close to the sea as possible with no overall design or shared style. It speaks of property values, nothing more.
The sea was very rough because of the wind.


We didn't see many people about in the city centre, in fact the streets were almost deserted. We weren't very impressed, but we found a restaurant and had a(nother!) good lunch.


So we were cheerful.



We wandered around and reached the port as it began to grow dark. This is a much prettier area. (It also had canons.) There were far more people about now; maybe they only come out after dark.



Heading back from the port to where we had parked the car we found a street market and bought goodies to eat (Jessie got a wonderful cheese cake.) We ate so much on this trip, but it's silly to waste an opportunity.
Then we drove to Oviedo, which is really not far away. It's a great contrast to Gijón; it's a big bustling city. I was particularly impressed with their Christmas lights in the street; they were really pretty, unusual and creative.
We found our hotel (Jess and I had been told to look out for it, but since neither of us was wearing our glasses this led to snide comments about our navigational capabilities.) Parking seemed to be a problem so we had to park in an underground carpark not far away. (When we checked in it turned out the hotel had a deal with another carpark so Mario went and moved the car.) Then, after a little rest and settling in, we went out for a wander round. We found a street where the young people hang out sitting at tables on the pavement drinking sidra escanciada - poured from a great height into the glass without looking. The waiter serves it, holding the bottle in his left hand which he raises vertically while the glass is in his right hand stretched straight down. He then pours, presumably concentrating very hard but not actually looking at either the bottle or the glass.He pours just a couple of fingers of cider into the glass and you are supposed to drink it down straight away, as soon as it turns from cloudy to clear. He keeps coming back to pour a bit more and it's surprising how many bottles you can get through. We drank two bottles, helped down with mussels in a delicious sauce, red peppers stuffed with seafood and a delicious leek, potato, ham and red pepper omelette. Then back to the hotel, although actually I went out again because I wanted to find a church we'd passed in the car. The church had stained glass windows all over the front, top to bottom and side to side, and as it had its lights on inside it looked absolutely lovely, a blaze of colour. I found it in the end but by that time they'd put the lights out (and the pretty Christmas street lights, which was annoying as I'd been using the different designs as landmarks.)


Up in the morning and out to explore the city (after breakfast near the hotel, of course.) It's pretty; a cathedral, lots of churches, lots of signposts for the Camino de Santiago,



unusual old shops ("food is cooked")


and sausage emporiums,


pretty streets,


parks, really a lovely city. We bought fabada and cheeses in the market, mistletoe for Laura and Christmas lottery for Tato.
But eventually we decided we'd seen enough and since it was a long drive to Burgos we made a start, with the idea of stopping for lunch when we'd got about half way.
This turned out to be a rather bad idea. We stopped in Sahagún, which is a dreary, dirty, ugly dead town. For a long time we couldn't find anywhere at all to eat, but eventually found a rather unattractive restaurant, but in we went since there didn't seem to be anywhere else. Had a rotten lunch that cost €12,00 a head. What a disgraceful ripoff. And the family who owned it sat down to have their lunch too, picking up a very small baby - three months at most - that had been sleeping in the smokey room and trying to feed it on chips and wine.
We reached Burgos in quite heavy rain. Found the hotel and checked in; it was warm and cosy and decorated for Christmas, rooms small but adequate. We went out and wandered around for quite a while,
seeing the cathedral (wonderful bells)
and the older part of the city.
There were lots of people about in spite of the rain. Many of the city-centre streets are pedestrians only so at least you don't get soaked by passing cars. We bought more stuff to eat in the car because we'd run out (poor car) including very delicious dark-chocolate-and-orange biscuits (where to find more? must I go back to Burgos?) and eventually stopped for supper, a very good supper, another very good supper - bonito, pulpo, carne con pimientos y patatas panadera - but afterwards we decided to go back to the hotel because it was still pouring with rain. It really was very warm in there, which was good as we were able to dry our clothes. Watched TV for a bit and then went to bed.
Up in the morning, breakfast in the hotel. Not a particularly good breakfast, no homemade stuff, just shop-bought things that had been put out the night before. A nifty toaster, though.
We went out for another wander round to see the city in daylight, but although it had stopped raining the wind was icy cold and in the end we decided to leave, having bought Christmas lottery for Loolie in front of the cathedral. So we started for Madrid in plenty of time in case we ran into heavy traffic, but in the end it was a very smooth and easy journey so although we'd said we'd stop for lunch en route actually we were in Madrid by two o'clock. They dropped me at the airport and we had lunch there; not what we were used to but could have been worse. Then they went on to leave Leila at home before Mario continued on the long drive back down to Linares. All of us had to work the next day but Mario was going to be the most tired.
So, over five enjoyable days ...

we collected
a lot of maps,

and read them,

we used the very nifty GPS that I'm so taken with: "stay on the left ... prepare to turn right after 800 metres ... prepare to turn right ... turn right"



the car behaved perfectly all the way,
we saw snow


and wonderful mountain scenery.

We had a great time!!

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